Por Romina Bevilacqua (La Tercera)
Alteraciones
en su hábitat y escasez de alimentos obligan a los animales a desplazarse,
mientras que las plantas ven afectadas sus capacidades sistémicas y su
floración.
Los últimos años Chile ha sido marcado por un déficit de
precipitaciones que ha disminuido las reservas de aguas y afectado los suelos a
lo largo del país. Según datos de la Dirección Meteorológica, el período entre
2003 y 2013 ha sido la década más seca desde 1866 para la zona central que
comprende desde la región de Coquimbo hasta Biobío y 2013 se perfiló como el
quinto año consecutivo de déficit pluvial en la zona.
Si bien la sequía es un fenómeno que ocurre regularmente en
Chile, expertos señalan que dada la prevalencia de esta reducción de las
precipitaciones, no sólo los suministros de agua para la sociedad se han visto
afectados sino que también la flora y fauna del territorio nacional.
“Chile es uno de los países que más se ha visto afectado por
el cambio climático en el mundo. Desde 2007 hemos estado en un proceso largo de
sequía que ha mantenido una reducción de 30% a 50% de las precipitaciones dependiendo de la
región”, dice Wilfredo Alfaro, experto en desertificación de la CONAF.
Alfaro agrega que esta sequía y la consecuente desertificación que se ha visto agravada por la gran deforestación que existe en Chile, la sobre explotación de los suelos y los incendios forestales, han agotado las reservas de agua que existen bajo tierra y que son estas condiciones las que están afectando a la vegetación local.
“La productividad y la floración de la vegetación se ven
significativamente afectadas. Muchas especies como el quillay pierden sus hojas
más nuevas y mantienen sus hojas más antiguas que concentran antioxidantes. Se
dañan las paredes celulares y el tejido de las plantas”, señala el experto en
desertificación.
Asimismo, añade que “eso no sólo impacta a la vegetación
misma sino a los que dependen de ella. La fauna que depende de la vegetación se
ve tremendamente afectada, tiene que desplazarse en busca de alimento y las
especies migran por ejemplo hacia la pre cordillera o cordillera o hacia zonas
urbanas”. Es por esto que en ocasiones
se puede ver muchos roedores o algunos pumas y zorros en zonas pobladas, que
quedan expuestos al ser humano explica el ingeniero forestal experto en
desertificación, Wilfredo Alfaro.
Fernando Soto Nardecchia, gerente de Nardecchia CS y editor de Fósil, agrega al
respecto que “Al haber menos lluvia hay menos vegetación y eso afecta a toda la
cadena trófica. Hay menos alimento disponible para los herbívoros y por
consiguiente también para los carnívoros”.
Además destaca de ante la permanente sequía que afecta al
país la desertificación ha aumentado y el desierto ha avanzado cada vez más
hacia el sur y que esta desertificación “lo que hace es alterar los hábitats de
las diferentes especies, lo que muchas veces las obliga a migrar o
definitivamente a extinguirse y por eso de repente es tan importante la
conservación de sitios específicos que son a veces el último lugar que tienen
para sobrevivir en el medio ambiente”.
Martín Espinosa, ex coordinador de proyectos en Codeff, lleva
estas tendencias a ejemplos concretos que se han podido observar en terreno
como el monitoreo de guanacos realizado por CONAF en el Parque Nacional Llanos
de Challe donde se percataron de un aumento de la población. “Se buscó la
relación y dimos con que la población aumentó en la medida que hubo desierto
florido, ya que había mayor disponibilidad de alimentos y mejores condiciones y
éxito de reproducción”.
En otra ocasión durante un estudio del Huillín, una nutria de
agua dulce, entre
2007 y 2009 en el río Tolten en la región de la Araucanía (que también se ha
visto fuertemente afectada por el déficit de precipitaciones) “al segundo año
de estudio no se observó a la especie y coincidió con un año de sequía. Eso
principalmente se asoció a la disminución de las aguas y el Huillín tuvo que
migrar hacia zonas más bajas”, dice Martín Espinosa.
Otro de los aspectos que destacan como preocupante,
es la influencia de la sequía y mayores temperaturas en el aumento de la
propagación de enfermedades.
“Ya se han visto brotes de epidemias y enfermedades que no
estaban en otros sitios y que ahora empiezan a surgir por la menor lluvia y
mayores temperaturas como el Hanta que cada vez está llegando más al norte, o
el dengue”, señala Martín Espinosa.
Por su parte Fernando Soto, destaca que “el mal de chagas ha
ido avanzando desde el norte hacia el sur y existen estudios que han demostrado
que hay vinchucas cerca de Santiago, cuando antes se reducían al hábitat de la
IV Región”.
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